Por Luis Fernando Escalona
Cuando nos preguntan cómo se nos ocurrió el nombre de la empresa, nuestra mente debe irse hacia el pasado, no sin una sensación de diversión y curiosidad.
Al estar inmersos en la búsqueda, nos enfrentamos a muchas opciones: mezclar los nombres de los socios y que de alguna manera evocara algún elemento poético que denotara de qué iba el asunto, acudir a alguna frase de algún escritor, incluso a alguno de nuestros versos, en fin.
Yo quería evocar la presencia de algún animal; en primera, por el profundo respeto que le tengo a la naturaleza, a los animales en general; y en segunda, porque consideraba, y aún así lo creo, que los animales le dan fuerza a la emoción que va ligaba a la empresa, a ese pequeño pedazo de corazón que está lejos de las finanzas, de los procesos, de las juntas aburridas; ese pequeño ente que toca a los individuos y que los hace parte del equipo, de la familia empresarial, para crear un proyecto juntos que aporte algo nuevo a nuestra sociedad.
Así, consideré la idea de traer la presencia de un insecto. Pero, ¿cómo invitarlo? ¿A cuál de todos los insectos podríamos usar en el nombre de la empresa? ¿Por qué un insecto? ¿Y qué clase de insecto? ¿Le gustaría a la gente? ¿O le daría escozor y rechazo?
Pensé en algún insecto que viviera en sociedad, que fuera parte de un gran equipo que depende de todos sus miembros. ¡Una hormiga! ¿Por qué no? Las hormigas son trabajadoras, organizadas. Yo tenía un personaje en una de mis novelas, Guerreros Celestiales, que era una hormiga. Sí, pero… ya algunas empresas habían usado la imagen de un animalito así. Sin embargo, por la concepción que utilizaban, consideré la idea de que nuestro insecto tendría que ser amigable, como aquellos que ya era usados por otros.
Lo mismo pasaba con las abejas; había ya corporativos que usaban la imagen de este insecto: ¡muchas, en realidad! Pero entonces…
Tenía un texto, que después reescribí y que incorporé en una descripción de mi novela La comedia de Dante. Este material, que en origen era un poema, tenía un par de versos, muy simples y breves:
Ala de avispa
forjada en el cuello de una mujer.
Ahí estaba la presencia del insecto. Pero, ¿qué quería decir con esa imagen? Me parecía como si fuera una mano, que cubría el cuello de su amada en un momento que sólo a ellos les pertenece. Creí que ya tenía el aspecto poético del asunto. Y, ¿por qué una avispa?
Las avispas son insectos que, de alguna manera, evocan la convivencia en grupo, similar a las abejas y a las hormigas. Tienen un aguijón venenoso y sí, a mucha gente le dan miedo; y es normal. Cualquier animalito con aguijón causa rechazo, incluso las abejas. Como dirían por ahí: "son bonitas, pero de lejos".
También hay avispas que tienden a la soledad, como los creadores al final de cuentas. Es en la intimidad con uno mismo donde se encuentra, no sólo la inspiración, sino la disciplina del trabajo y la talacha con las letras; hablando de literatura, claro está.
Pero de esta manera, y con todos estos elementos, me parecía que una avispa amistosa podría generar empatía con el público; una avispa que incluso pudiera ser fantástica en cuanto a sus colores se refiere y salir del negro y del amarillo, que ya de por sí nos generan estrés por lo antes mencionado. Una avispa que con sus alas cargara letras… letras de historias, cuentos y universos, publicados todos ellos por nosotros. Además, en sentido práctico, el nombre era breve y fácil de recordar.
Ahí estaba pues la propuesta: Ala de Avispa… ¿Editorial? ¿Editor? No, porque éramos un equipo: Editores, entonces. Y comenzaron los juegos de palabras:
Ala de Avispa Editorial.
Editorial Ala de Avispa.
Editores Ala de Avispa.
Ala de Avispa Editores.
Y esos fueron los nombres que presenté. Y lo más curioso era que al resto del equipo no les convencían mucho. "¿Cuál te gusta más a ti?", me preguntó el notario cuando estábamos en el proceso de la elección y de elaboración de la escritura. "Ala de Avispa Editores", respondí. Y así quedó al final: era el nombre que podíamos usar.
Más tarde, parte del equipo me confesaría que era la propuesta que menos les gustaba. Recuerdo haber evocado, un poco lleno de gracia, aquella escena del libro Los periodistas, cuando Vicente Leñero tarda en procesar el nombre de la nueva publicación a la que le daría vida, junto con Julio Scherer y otros de sus colegas, después de los incidentes del "Excélsior". Se va caminando, repitiendo el nombre varias veces hasta que queda listo y conforme.
Así me gustó imaginar a mis compañeros; al poco tiempo, también me confesarían que el nombre terminó gustándoles mucho. Y hasta la fecha funciona. Hemos pasado más de una década trabajando y evolucionando, a nuestro ritmo, pero adaptándonos a los contextos que nos toca vivir: desde los libros artesanales, pasando por tirajes y distribuciones, fusiones empresariales y servicios en internet, hasta publicaciones digitales, análisis de procesos y audiovisuales.
La avispa sigue volando, gracias a la gente que logró generar empatía y darse cuenta de que no era un animalito agresivo con su aguijón venenoso; al menos, no nuestra avispa. Porque nuestra avispa cree en los sueños y en que estos, a través de la cultura y el arte, no sólo nos puedan dar sustento económico, sino que nos pueden ayudar a crear un mundo mejor.Somos un libro Abierto.
Una comunidad
Un Avispero de creativos.