Por Luis Fernando Escalona
Imagen tomada de pxfuel.com (Edición: Ala de Avispa Editores)
Ante la pandemia, muchos acudimos a la forma híbrida de trabajo, entre la oficina y el home office, encontrando así que muchos de nuestros procesos se hacían más eficientes y que el camino para alcanzar los objetivos, en tiempo y energía, se podía reducir.
El análisis y la mejora de procesos siempre debe estar latente en el medio editorial. En todo momento, y con las herramientas tecnológicas que tenemos a nuestra disposición, es posible incrementar la eficiencia de la senda que va desde la elección de un texto o el armado de un cuadro editorial para una publicación periódica, hasta la revisión de un dummy, las pruebas y la recepción de la mercancía en el almacén.
Teniendo un manual de procesos y uno de criterios editoriales es más fácil visualizar las actividades y planearlas en cronogramas con metas alcanzables y tiempos precisos para publicar. Por ello, el éxito de toda publicación, de su elaboración como tal, recae en el camino que se sigue y en el cumplimiento de temas con base en la administración del tiempo.
Sin embargo, la pandemia nos ha enseñado en este sentido que no es tan fácil como se plasma. La atención en cada paso del proceso debe ser mucho mejor que cuando se hacía antes del home office. La comunicación tiene que hacerse más precisa y efectiva, y la vigilancia en la relación con cada uno de los involucrados debe incrementarse con atención, cordialidad y sin perder de vista la brújula que nos dirige hacia la culminación: una publicación que siempre, o casi siempre, busca mejorar la vida de sus lectores.
Pues al final, la lectura nos llena de gozo, descanso y reflexión. Nos hace mejores seres humanos y eso, como editoriales, nos obliga a tener también mejores procedimientos. Pues detrás del proceso está lo más importante de todo: las personas.