Por Alonso Zago (junio, 2021)
Buscar las maravillas de lo breve es una labor que se antoja placentera. No por ello resulta menos compleja de elaborar, pues la exigencia de encontrar la palabra exacta involucra al autor en un proceso de contemplación y análisis, de lectura y de ejercicio literario constante.
Es este placer, por intentar decir más con menos, que el autor nos regala este conglomerado de fugaces poemas y relatos cortos, divididos en tres segmentos interesantes.
El primero de ellos se titula, simplemente, Haikús, que son poemas de origen japonés cuya métrica original era de 17 sílabas, divididas en 3 versos: el primero de 5 sílabas; el segundo, de 7; y el tercero, de 5. Muchos autores, con notorio cinismo, apuestan a la descomposición primaria de este tipo de escritos, lo que supone, quizá, la comodidad y la pereza de emprender la búsqueda por las palabras que se apeguen a la propuesta mencionada. No así Escalona, que pretende centrarse a la métrica original y con ella traducir sus inquietudes.
El segmento posterior que nos ofrece la lectura de este libro se llama Poemas laconistas, y aquí valdría la pena detenernos un momento en la definición del término.
El laconismo surge en México, como uno de los pocos movimientos literarios del siglo XXI, cuya propuesta va en torno a convertir la ciudad en un libro, es decir, que cada barda tuviera pintado un poema para hacer de la urbe un libro en su totalidad: una ciudad poética.
El poema tendría que ser muy breve, para lo cual, se regiría por el inicio de la obra máxima de Cervantes, El Quijote de la Mancha, donde, según reza el manifiesto del movimiento laconista, “las primeras palabras de Cervantes se basan en dos formas métricas fundamentales para nuestra poesía, el metro de verso menor, el octasílabo: ‘En un lugar de la Mancha’, y el endecasílabo, metro que nuestros poetas utilizan para la estructura del soneto clásico y que aquí complementa: ‘de cuyo nombre no quiero acordarme’”.
Así lo ensaya el autor de Brevedades cuando dice, en su poema “Palabra”:
Del punto a la arista surges:
creadora del instante y universos
Pero tan abierta es la propuesta laconista que los versos se pueden invertir, como en el siguiente ejemplo, del texto “Escribir I”:
Necesidad de vaciar este infierno
que en el interior me habita
Sin embargo, el manifiesto agrega que “habrá quien quiera expresarse en una sola línea; entonces el máximo de sílabas aumentará a 14, que es la medida más elegante en la que se expresa tradicionalmente el soneto en español”. Y así lo practica el autor en “Víctimas”:
Las balas se cruzaron con todos nuestros sueños
La intención, al final de cada texto, es que los poemas carezcan de punto, para que el lector mismo, con su imaginación, o en la lectura del todo en la ciudad, vaya de un poema a otro y haga su propia continuación, muy al estilo de los cadáveres exquisitos.
Es con estos principios que Luis Fernando Escalona se asume como miembro del movimiento y externa en este segmento sus impresiones del mundo, tratando de subordinarse a la propuesta del laconismo.
Pero no sólo se trata de buscar las sílabas perfectas, sino de intentar que el texto nos lleve a ese peldaño superior llamado poesía. Porque los versos pueden transcurrir en el papel sin decirnos nada o estar llenos de cursilería popular. Sin embargo, el ejercicio del escritor debe trascender estas fronteras del pensamiento y deleitarse con la búsqueda por el instante, aquello que se observa en la naturaleza, la literatura o el ser humano mismo, y que nos impacta desde adentro, provocándonos una emoción o una pregunta que nos impulse a ejercitar el pensamiento con reflexiones y sensaciones, tanto físicas como espirituales. Porque de eso se trata la poesía: acercarnos a lo divino y a lo eterno, a través de las palabras.
¿Será esta la meta del autor?, es posible; lo que sí nos queda claro durante la lectura de Brevedades, es que goza al buscar acercarse a ella, a la poesía, y de llevar de la mano a su lector por estos cálidos senderos.
Finalmente, el tercer segmento, titulado Minificciones, nos ofrece textos que contemplan la estructura central de un relato: inicio, desarrollo y final (con su clímax integrado). Porque la minificción no es reflexión ni frase breve, sino un cuento casi microscópico, en el cual, el autor sigue apegándose a la estructura que lo lleve a contar un suceso ficticio, con la menor cantidad de palabras posibles.
Cumpla o no su ejercicio creativo, la propuesta general del autor es invitarnos a imaginar, a pensar en la posibilidad de que hay otros mundos alrededor del nuestro y que los escritores son los responsables de regalarnos imágenes de ellos y traerlas a la realidad para compartirla con nosotros. Porque a través de la lectura y de la imaginación es posible, o así se anhela, la creación de un mundo donde impere lo poético y lo divino, un mundo que nos hará, al final, más humanos: casi inmortales.